28 de octubre de 2014

Que vivan los cafés

Terminó igual que si nunca hubiese empezado. Fácil. Coherente. Maduro. Pero no por eso dejó de ser distinto. Algo también especial, que llega en un momento oportuno y te despierta de resacas de juergas mundiales. Que te repasa a expensas de un cantón de piedra. Muy poco urbano, más bien rural. Con las típicas artimañas del verano. Confundiendo la ilusión con ratos novedosos. Y es que terminó igual que si nunca hubiese empezado. Aunque entonces lo hiciera con alcohol y hoy lo haya hecho con dos cafés. Uno más templado que el otro. Así funcionan los corazones.