14 de diciembre de 2010

Me encantan tus cafés

No encontraré las palabras que te faltan para entenderlo. Ni te buscaré en un café de cucharilla moderna. Tampoco te diré que es mejor escribir en mesas de bar que en cortezas de árboles centenarios. Ni diré su nombre. Pero si lo que pretendes es crecer más que el momento del que vives, tendrás que decírselo al folio que tienes sobre esa mesa. A las canciones que te quedan por escuchar. Y que sonarán en un bar de copas. Tendrás que contárselo a los chistes malos que te cuenten a partir de ahora. A los ratos perdidos delante de la televisión. Tendrás que disfrutar de la nieve de Pamplona, de las olas de tu segunda casa. Has de interpretar las horas. Encontrar esos momentos que cierren tu círculo y te hagan cumplir cien. Completa esos recuerdos en la nevera. O deja que se congelen por un momento. Mézclate en las sábanas de esta primera noche de la semana. Despiértate sorpendida y crece con los días que todavía tienen que madrugar. Contigo y con tu inesperado diciembre.

18 de agosto de 2010

Antes de antes de ayer

Son los segundos que le sobran a esta habitación. Que está en re menor desde que viniste. Que ha dejado de cruzar la puerta y darse tortas en el pasillo. Y mira que es amplio. Y largo. Pero es que ahora suena diferente. Suena a un tintorro de esos que se bebían nosécuando. Y ahora sabe a la parte áspera de aquella corteza donde quisiste pararte a decir cuatro chorradas. ¿No te das cuenta de que es por todo lo que le sobra, por lo que te pesan tanto los bolsillos? Que te llevaste todo el sabor de vainilla cuando te despediste. Que sin tocarme sonaron timbales. Y gaitas. ¿No te das cuenta de que todas estas esquinas se han vestido de ruedo? ¿No ves? Anda, ven. Que son como a ti te gustan. Que aquí se torean historias. Las historias que compras. Y que las pagas con cada paso de más que doy. Y que voy dando.

4 de agosto de 2010

Fuego

Enrédate en los almohadones de mis noches. En los colores de aquella paleta de madera. Aprende a dibujar mi silueta en tus intestinos. Hazme crecer hacia arriba. Y sopla entre mis dedos.

27 de junio de 2010

Víspera

Es difícil escribir lo que sabes
cuando otro músculo tiene más fuerza que tus dedos.
Por eso los utilizas para otras cosas,
como acariciar todos estos momentos irrepetibles.

24 de junio de 2010

Lo prometo

Cuenta los días. Los pálpitos que faltan para dejar de sentir que el mundo te pertenece. Como ocurre desde hace tropecientos mil billones de minutos. Suma las chispas. Esas que los que menos te recuerdan saltan mientras tú creces. Y contigo aumentan las ilusiones. Tus sentimientos. Ensúciate los zapatos, las princesitas saben andar en alpargatas y pintarse rímel. Cuenta las miradas que le faltan a tu historia para que lata tu pecho izquierdo. Regresa a tu casa, que siempre tendrá ama, dueña de llaves, musa de noche. Para que descanses tus oídos, para que cierres tu vida en sueños. Para que puedas darte cuenta de que nunca una cuna significó tanto para este reino. Que hoy es tuyo. Que mañana, nuestro.
Felices veinte, Cris

15 de junio de 2010

Se deja llevar

Porque el momento borracho se puede terminar enamorando. Y en un instante es incapaz de escribir lo que siente, de ponerle letra a la música de aquella canción inventada a las 4.00 a.m. de un domingo. De la mañana a la noche le abrazan. Le soplan cosas al oído. Por el sonido de sus teclas, de la banda sonora de Celine Dion, para que su móvil ahorre en saldo y su voz hipoteque tonterías. Conoce a Ilusión García, mezclada con 'sobrau' de apellidos irlandeses. Que se sienta y piensa. Y deja que pase, que el tiempo le siga y le diga. Le diga a Shakespeare cómo se cuentan las grandes historias. Mientras yendo de copiloto descubre palabras del vascuence. Y deja que le conquiste el amarillo que le acaria cinco veces por semana. Se deja. Es incapaz de escribir lo que siente. Pero no importa. Apuesta. Con él, el pichichi del partido.
"Chuta, chuta que ganamos"

5 de mayo de 2010

Saeta


Sus ojos miran a través de un flequillo negro como el azabache. Incluso el día más apagado chispean brillantes. Ideas castellanas con raices en su memoria, historias y chiquilladas a las cinco de un domingo. Su cuento de gnomos se escribe en una capital. Su corazón bombea doscientos quilómetros al sureste. Su pe no es novia de príncipes. Tiene ambición, boca por vocación. Que habla por debajo de su flequillo. Negro como el carbón, que crece cada día. Que crece y crece cada día...

Por aquellos momentos, don't stop

20 de abril de 2010

Alturas que marean

Una de las mejores sensaciones que recuerdo de mi infancia fecha de aquellos días que veía el mundo desde los hombros de mi padre, desde donde parecía que podría subir al infinito. Allí me creía muy mayor dejando que mis piernas se enredasen en su cuello y mis dedos estirasen de su corto pelo negro.

Ahora sé que entonces me podía imaginar una especie de Uma Thurman en el papel de G-Girl sobrevolando los cielos de Nueva York. Con una lista de poderes ocultos, entre los que podía desafiar la gravedad y ser libre creyendo que poco le faltaba a mi dedo índice para rozar las nubes. Pero lo más divertido era cuando él empezaba a dar saltitos avanzando hacia adelante, de esos que te hacían reír como una loca. O cuando perseguía a las palomas de la Plaza del Castillo y te soltaba los tobillos un segundo para que tú sintieses que podías caer de espaldas. Las tonterías típicas que no le hacían gracia a tu madre, que estiraba los brazos frente a él diciendo: “Bájala, hombre, que se acabará mareando”.

Eran tardes en las que tenías que agachar la cabeza al pasar por la puerta de un bar de Estafeta o mañanas de San Fermín que conseguían que pudieses llegar al hombro de los gigantes. Pero aquella percepción no se vuelve a repetir a partir de los siete años más o menos. A lo largo de la década siguiente la echas de menos, pero cuando alcanzas la mayoría de edad empiezas a sospechar un sentimiento contrario.

Se te apoderan la casa, los estudios, las relaciones y el sueño. El espejo empieza a sacarte defectos y la grandeza la hallas en lugares abstractos, difíciles de encontrar y definir. Comienzas a darte cuenta de que a tu padre los hombros le sirven para lo mismo que a la mayoría: para que le miren por encima.

Porque lo de crecer sobre la espalda de papá se pasa de moda mientras transcurren los años y empiezas a adivinar que estás viviendo en la era de la envidia, de la crítica e hipocresía. Que cuando llegas a tiempo, el reloj marca la hora de las injusticias, el poder se concreta en la fuerza y en la estrategia del que manda. Este es el mundo real, en el que los grandes son sólo unos pocos y en el que si algún día logramos sentirnos importantes, será de manera fugaz. Este es el mundo de los bajitos, de los inferiores que se conforman con ser quienes son. Quienes somos. Soportando la carga de todos los que se suben encima de nosotros: desde nuestro vecino hasta el gobernador del país. Nos sentimos pequeños en este mundo de alturas y este nivel sí que marea.

13 de abril de 2010

Vida de una peonza


"Hay días aburridos, tristes, rápidos, enérgicos, soleados, llenos de gente, históricos, vacíos, lluviosos, días de soledad, de esperanza, de ilusión. Hay días de todos los colores, que suelen hacer juego con quien los ocupa" - pensaba ella, metida en una caja de cerillas que se encontró en aquella habitación. Tumbada sobre sus pies. Olvidando que tenía rodillas para rezar. Un suplicio el de aquella escuela, que le obligaba a seguir sin ganas, sin impulso. Sin coger carrerilla por arañarse la media. En una esquina, encendida. Aburrida, triste, lenta, lluviosa, vacía, sola. Y transparente.

25 de marzo de 2010

Un paseo y...


...le sacudimos el polvo a las ganas,
movemos los pies,
sudamos el calcetín.
Castigamos los otros ratos.
Me conoces y te fisgoneo. Los zapatos y todo lo que te quites.

Que necesito una de tarde, a las seis y media o siete.
Un paseo y de vuelta a entonces.
A las cosquillitas después de la merienda.

14 de marzo de 2010

Con los huesos de rodillas


Es la historia de siempre. Que se repite para no dejar de ser monárquica. Porque crees que no existe paraíso sin Adán, responde a esa llamada que te deja tiritando cinco veces por semana. Mantened, tus manos y tú, esa conversación de analfabetos, de ilusiones distantes, de jueves inapropiados. Una identidad difícil de reconstruir cuando estás en casa a las once y veinticuatro minutos de la noche. Hora preferida. Por ser la que te deja ser. La única disposición de las agujas que te enseña a tener que decidir. A perfilarte. Perfilarte en tu figura, en tus templanzas y desperfectos. Para discurrir entre almohadones y volver a creer que hoy es 2010 y sí, tesoro, hoy todavía es muy temprano.

19 de febrero de 2010

Suena bien

Es por tu cara de oportuno y por la poca gracia que tienes contando chistes. Porque intentas jugar a ser el malo y porque cedes el paso sólo si no llevas compañía. Me gusta tu afición por el póker. Me estiliza pensar que miras el móvil con más frecuencia que yo, que sueles silenciarlo por no decir una palabra de más. Más que yo, menos que ella. Nuestro prototipo de antagonista. Que te callas y me desgastas. Me consumes. Con tus rizos y vicios. Tus buenas intenciones y tu problema con el idioma. Un idioma que no entiende de lunas y que se completa cuando lo gritas. Porque primero gritas y luego besas. Primero besas y luego es luego.

17 de febrero de 2010

El tímpano de la acera

El peso del bolso vuelve a vencernos a mí y a mi muñeca por el hombro derecho. A la vez, alguien se pega conmigo. Doscientas once baldosas y he tenido que pararme. Tiene ojos claros. Es guapo y las ocho de un día de lluvia me dicen que le abrace. Intento salir corriendo, qué vergüenza. Procuro hacerlo por la izquierda, él también. Pruebo el otro lado y nos volvemos a chocar. Me roza con la mano y sonríe. "Es guapísimo", pienso otra vez mientras se aparta al ritmo del último compás de la canción de mis auriculares. Me iría con él a Benidorm. Me iría, pero es demasiado pronto, hoy es demasiado miércoles.

8 de febrero de 2010

Con nosotros

Cuatro años despidiéndote y todavía sigues allí.