26 de mayo de 2009

Bougie parfumée



Hueles a jazmín y vainilla, como lo que tengo y lo que nunca compré. Y me encanta cuando sonríes. Porque no sueles hacerlo muy a menudo. Creo generalidades por tu barba y reniego de las clases por el humo fluor de tus orejas. Me creas necesidad cada domingo (repasando el séptimo periódico). Me gusta ser tu niña. Enseñarte menos que tus sumas y conocer a don Quicio. Y a la facilidad para sacarme de él.
Por ti he dejado de pensar en musas y en canciones. He creído en la verdad. Y a está situación le sobra polvo.
Y cocer un par de patatas, que las nuestras ya son puré.

17 de mayo de 2009

900 kilos, o más

Son días que necesitas verdades encerradas en puños, que te escupan las palabras en la puerta de casa. Que las soluciones sean cuestión de pocos tragos y dos sonrisas. Son días que el peinado se recoge en un piropo. Que necesitas que te expriman el rímel que te sobra y te digan que no grites. Días en los que no necesitas. No necesitas porque no falta nadie. Días en los que te das cuenta de que el pasado queda en memoria de dos. Son momentos que viven porque latieron hace tiempo y que el ‘mañana’ existe antes de que llegue. Son días que nos casamos por ver como nos vuela el pelo a 140 kilómetros de las miradas. Son noches serenas y soles borrachos. Son sueños de conversación y siestas a mediodía. Son tus ganas por demostrarme que estás ahí. Son los minutos que nos faltan y los pocos que hemos vivido. Son los veintiuno que te dedicas. Horas de chorradas y minutos de cristal. Los días de verdad y los gritos de mentira. Son las cinco letras con las que te resumo. Es el compromiso. El que merece la pena gastarse. Que me sueltes el domingo y me llames el lunes. Que me cuentes que el corazón te lo ha partido un cinturón. Que te rías, que me hagas reír, que llores y me hagas llorar. Que me digas lo que piensas, que me abraces, que me riñas, que me dibujes y me quieras. Que gracias. Porque son días que necesito que estés, y siempre estás. Felicidades, de corazón.

11 de mayo de 2009

Dos menos uno

Quédate y enciéndete un buen libro.
Créete la mejor historia de amor que jamás hayan contado.
Llámate Roseline, Rose o Line.
Después vete. Sólo entonces sabrás que tenías razón.